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Israel no quiere testigos de la destrucción en la Cisjordania ocupada que retrató la oscarizada ‘No Other Land’

Los directores del documental, el palestino Basel Adra y el israelí Yuval Abraham, invitan a periodistas y activistas a visitar el lugar, pero militares israelíes impiden el paso “para evitar disturbios”

El palestino Basel Adra atiende a la prensa este lunes en la Cisjordania ocupada. Foto: Patricia Martínez (EFE) | Vídeo: EPV
Alejandra Agudo (enviada especial)

Desde que la película No Other Land, que refleja la vida imposible de los palestinos por la ocupación israelí de Cisjordania, ganó el Óscar al mejor documental hace tres meses, la violencia no ha hecho más que aumentar en la localidad de Masafar Yata —20 kilómetros al sur de Hebrón—, donde fue grabada. Hace una semana, una de sus 12 comunidades, Jalet Al Dabaa, fue prácticamente arrasada por las excavadoras del ejército israelí y después tomada por colonos.

Eso es lo que los codirectores y protagonistas ―el israelí Yuval Abraham y el palestino Basel Adra― querían mostrar este lunes a un nutrido grupo de prensa internacional y activistas. Pero no ha sido posible. Militares y policías han cortado los s en virtud de una orden “para evitar disturbios” y han instado a los presentes, incluido el ministro palestino de la Comisión de Colonización y Resistencia al Muro, Moayed Shaaban, a abandonar el lugar.

“El 5 de mayo el ejército llegó y destruyó el 85% de la estructura del pueblo. Demolieron casi la mayoría de las casas, todas las cuevas antiguas, los baños, los pozos de agua, los es solares que abastecían a la comunidad de una mínima electricidad, las tuberías de agua, y dejaron a los aldeanos prácticamente sin refugio”, describe Adra en la carretera que lleva a su hogar, Al Tuwani, y que no ha podido traspasar acompañado.

“La semana pasada, llegaron colonos, echaron a una familia de la cueva en la que vivían y la ocuparon, estableciéndose allí, como si crearan un puesto de avanzada, trayendo cientos de ovejas, cabras y camellos. Y empezaron a pastar en los huertos, en los campos, en los olivos, en las viñas”, añade.

Basel Adra atiende a la prensa este lunes.

Basel Adra, el periodista y director palestino, lamenta que un Gobierno que él no puede votar le despoje de su tierra y de sus derechos, como por ejemplo invitar a quien le dé la gana a su casa. “¿Por qué no dejas que pasen mis invitados para que lo vean? ¿Esta es la única democracia de Oriente Próximo?”, cuestiona con ironía, dirigiéndose a uno de los militares encapuchados.

La repentina decisión, 24 horas antes de la visita, de cerrar el a los activistas y la prensa, no supone una sorpresa para nadie. “Está claro que tienen mucho que ocultar, sé lo que tienen que esconder porque lo he visto con mis propios ojos: la destrucción, la violencia de los colonos que no se detiene. Están arrestando a la gente que quiere presenciar, documentar esa violencia. Y creo que está mal”, critica Abraham.

Soldados y policías israelíes cortan el  a la prensa y autoridades palestinas a Masafer Yatta.

Este mismo lunes, Israel deportó a la activista sueca Susanne Björk, de 48 años, tras ser arrestada el sábado mientras documentaba la violencia de los colonos en Jalet Al Daba. Junto a ella, fue detenido el activista irlandés D. Murphy, de 70 años, todavía retenido en un centro de detención israelí y sobre quien también pesa otra orden de expulsión, según el Movimiento Internacional de Solidaridad con Palestina (ISM, por sus siglas en inglés).

Para Abraham, la intensificación de los ataques en los últimos meses, precedidos de años de hostigamientos, persigue “impedir la creación del Estado palestino e intentar minimizar el espacio que tienen los palestinos, mediante una limpieza étnica generalizada”. Es el mismo plan que pretende el Gobierno de Benjamín Netanyahu con la guerra en Gaza o con la aprobación de 22 nuevos asentamientos judíos en Cisjordania, en la que supone la mayor expansión en el territorio ocupado desde los Acuerdos de Oslo de 1993, según denuncia la ONG Peace Now. “Y creo que el último paso será expulsar a todos los palestinos de entre el río y el mar. (…) Y está mal, me opongo a ello con todo mi corazón, creo que tiene que terminar”, agrega.

El esquema es casi siempre el mismo, explica Adra: “El ejército llega con excavadoras, destruyendo la comunidad, y luego los colonos crean violentamente sus puestos de avanzada ilegales junto a la aldea o dentro de ella, y comienzan a atacar la comunidad las 24 horas del día, los siete días de la semana, hasta que los residentes abandonan sus hogares”.

Como activista, Abraham se muestra desanimado por su limitada capacidad para frenar esta “violación del derecho internacional”. Lejos de proteger a los habitantes de Masafer Yata, el Óscar a su documental ha puesto, más si cabe, este lugar en el punto de mira del ejército israelí y los colonos.

Para el director israelí, sin una verdadera implicación de la comunidad internacional, la violencia no cesará. Ha aprovechado los micrófonos de los medios internacionales para criticar con dureza a sus dirigentes, especialmente de Europa. Las buenas palabras no bastan, dice. Y reclama acciones: “Algunos dicen que solo Estados Unidos tiene poder de influencia. No lo creo. Creo que los gobiernos europeos tienen mucho poder para detener esto, para presionar contra los asentamientos, para sancionar a los colonos y las empresas, para cortar lazos cuando Israel viola el derecho internacional. Está mal que no lo estén haciendo, porque nosotros, como activistas, intentamos generar un cambio sobre el terreno, pero es muy difícil si la comunidad internacional está en nuestra contra”.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo (enviada especial)
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM
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