Las causas del malestar
El empleo y, como condiciones habilitantes, la inversión y el crecimiento son y deberían ser prioridades fundamentales para quienes tienen capacidad de crear entornos que los promuevan

Hace 15 años, con ocasión de un dato de desempleo que fue acogido favorablemente por el mercado y celebrado por el expresidente Sebastián Piñera, la Fundación Sol publicó un artículo titulado “Las Verdaderas Cifras de Desempleo en Chile”.
El dato difundido había alcanzado un elevado 8,3% para el trimestre cerrado en agosto de 2010, pero fue motivo de celebración porque se inscribía en la dirección correcta gracias a la creación de 200.000 puestos de trabajo en cinco meses, una impresionante dinámica laboral que, es justo decirlo, se consolidaría por bastante tiempo hasta llevar al desempleo nacional a niveles del 5,7% al cierre de 2013.
La fundación, sin embargo, expuso entonces que para valorar el real estado de cosas del mercado laboral era necesario aplicar un “enfoque más realista”, que pusiera como puntos de fuga del análisis las recomendaciones de organismos como la OIT, que recomendaban como actos de honestidad estadística sumar a la cifra oficial “el desempleo oculto y el desempleo equivalente por subempleo”. ¿Resultado de ese ejercicio hecho por la Fundación Sol? El número de desocupados en el país, según ellos, era en realidad un 74% superior al dato oficial.
Hace un par de días el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) comunicó que el último registro de desempleo en el país subió hasta 8,8% el trimestre móvil febrero-abril, un resultado que el propio ministro de Hacienda, Mario Marcel, calificó como débil. Por su sola magnitud nadie se atrevería a refutar al ministro, pese a que el guarismo no da cuenta de otros elementos que al analizarlos con la lógica de “enfoque más realista” hacen que el adjetivo “débil” quede corto.
En efecto, para hacerse una idea “realista” de las condiciones del mercado del trabajo sería poco honesto no tomar en cuenta la tasa de informalidad laboral en el país, que se eleva hasta 25,8%, una magnitud altísima y que lleva años estancada en esos órdenes, dando cuenta de una tragedia social injustamente invisibilizada que afecta a 2,4 millones de personas que subsisten en condiciones precarias de empleo.
Pero eso no es todo, porque más allá de la foto del trimestre móvil en cuestión, la película de datos de desempleo se inscribe es una que puede incluir perfectamente en la cartelera del drama, en la medida que desde más o menos diciembre de 2022 la tasa nacional de desempleo ha estado sobre el 8% en forma sistemática y que, como han destacado varios expertos, no pocos chilenos han debido soportar una larga agonía como cesantes.
Esta debilidad del mercado del trabajo chileno, a estas alturas crónica, es calificada por expertos como David Bravo como una emergencia laboral, una que ha ido acumulando presión por ya demasiados años y que no tiene muchos visos de cambiar significativamente a partir de las proyecciones de inversión que ha expuesto el Banco Central de Chile para los años siguientes ni tampoco porque ahora, justo cuando el gobierno del presidente Boric está a pocos meses de terminar su período, estén apareciendo un poco más de proyectos de inversión, como se preció hace unos días el ministro de Economía Nicolás Grau.
El empleo y, como condiciones habilitantes, la inversión y el crecimiento son y deberían ser prioridades fundamentales para quienes tienen capacidad de crear entornos que los promuevan. Lo dicen prácticamente todos los entendidos y también el sentido común, como lo acreditó la última encuesta del CEP, que en el capítulo “Movilidad social” constató que para la mayoría de los chilenos las claves de su progreso económico pasan por tener un adecuado nivel educacional y oportunidades de empleo que les permitan tener algún control de su futuro en la medida que pueden trabajar en forma responsable.
Sin embargo, esas mismas personas que al ser consultadas tienen claro cómo se podría pavimentar el camino de salida de la precariedad, lo que terminan viendo es que el empleo que crece en el país es el del sector público (altamente cuestionado por lo demás tras el masivo fraude de licencias médicas), que los gabinetes procrecimiento no han logrado cambiar la ecuación macro y que las urgencias para desmantelar la maraña burocrática y de permisos que traba las inversiones se mueven con una pasmosa y bucólica lentitud, casi como queriendo poner a prueba la paciencia de inversionistas y ciudadanos.
Hace casi tres años en un foro impulsado por El País, el presidente Gabriel Boric llamó la atención de la audiencia al señalar que a su juicio “los motivos profundos del malestar chileno siguen presentes”, cuestión que probablemente comparten muchos sectores. Lo que no está claro, sin embargo, es si a ese malestar en estos tres años las autoridades le han estado dando el tratamiento adecuado.
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