Benicio del Toro: “La democracia no la regalan, hay que trabajarla y cuidarla”
El puertorriqueño protagoniza ‘La trama fenicia’, su segunda colaboración con Wes Anderson, en la que encarna a un magnate desaforado que busca la redención

Con una carrera salpicada de personajes fuertes, pulidos por la violencia y por los desastres de la vida, cuando Wes Anderson llamó por primera vez a Benicio del Toro (San Germán, 58 años), al puertorriqueño le dio un vuelco el corazón. “Fue muy extraño”, recuerda en Cannes sobre aquel primer o para colaborar en La crónica sa (2021). “Soy muy fan del cine de Wes Anderson, y a pesar de ello jamás me hubiera esperado la llamada. Yo trabajo en una línea de un cine que levanta testimonio del mundo, y de sus violencias, de una manera casi documental. Él crea desde una manera muy escénica, casi teatral. Y aunque yo estudié teatro, me sorprendió. Por otro lado, aquel o dice mucho de él como director. Estaba rompiendo estereotipos al invitarme a trabajar en su cine. Alguien, como yo, que iba a pensar de una manera muy distinta a la suya. Fue un atrevimiento de su parte que encontré interesante”.
La relación cuajó. En aquel rodaje Anderson le advirtió de que tenía una idea para él, y cada cierto tiempo le enviaba separatas de un guion sobre un magnate de los años cincuenta del siglo XX, un tipo desaforado en sus negocios y en su vida, que tras sufrir múltiples atentados intenta reconciliarse con su hija mayor. Del Toro siguió con otras películas, y Anderson rodó Asteroid City en Chinchón. Pero ambos tenían en mente que La trama fenicia les volvería a unir.

Y así han retornado a Cannes, a la presentación de una película —que se estrena en España el 30 de mayo— de Anderson con otra enorme colección de actores, pero menos coral que la precedente. Antes de empezar la charla, para saludar con un acento boricua inconfundible, Del Toro se pone de pie: impone, absorbe mucho espacio en la suite. Sobre el idioma a usar en la entrevista, apunta: “Vamos al español, que llevo mucho tiempo hablando en inglés. El inglés lo uso para el cine, los negocios, porque mi carrera ha sido un 90% en ese idioma. Para lo personal, prefiero el español”.
Pregunta. ¿Busca este tipo de proyectos alejados de su imagen?
Respuesta. Sí, otra cosa es que me lleguen guiones que me aparten del estereotipo. A mí casi siempre me verás en dramas o policiacos. Con Anderson afronto personajes que no son blanco y negro, sino que albergan un arco iris de emociones, que en mi opinión es muy humano.

P. Pero normalmente en el cine de Anderson los personajes actúan por acción-reacción. En cambio, su Zsa-Zsa Korda [un nombre repleto de resonancias al siglo XX] va cambiando gradualmente.
R. Por eso son tan importantes y me atrajeron tanto las secuencias de sus sueños. Yo lo llamo los sueños de Korda, aunque podría ser lo que pasa en su subconsciente. O lo mismo es el cielo. Es como si a la película le sumáramos el punto de vista de Freud. Cuando nos sentamos a hablar, Wes me explicó que su principal referencia era Luis Buñuel. Y a mí me emociona ese momento del sueño del chaval en Los olvidados. Es que con los sueños se puede hacer tanto en el cine... Para mí, esos momentos son los más interesantes de La trama fenicia.
P. Su magnate es muy del siglo XX, muy, por ejemplo, Onasis, muy mediterráneo, al contrario que los actuales, que prefieren subirse e cohetes.
R. Cierto, es esa clase de tycoons [Del Toro usa constantemente la palabra inglesa para magnate] que nacieron en el antiguo Egipto. A los faraones, cuando se morían, se les enterraba con criados, familia. Si fallecían, les acompañabas en su viaje eterno. Las pirámides son el resultado de los sueños de inmortalidad de aquellos líderes poderosos. Cada generación ha tenido sus magnates, aunque es cierto que el capitalismo los multiplica: surgen los hombres de negocios millonarios. Como Hearst, Rockefeller... Para la película leí un libro sobre la vida del armenio Calouste Gulbenkian, que tras la Primera Guerra Mundial llegó a ser el hombre más rico del mundo gracias al petróleo. Wes se inspiró un poco en él, otro poco en su imaginación y otro poco en su suegro, al que está dedicada La trama fenicia, el hombre de negocios libanés Fouad Malouf.
P. Las películas de Anderson se desarrollan en un pasado amoldado a las interpretaciones de su director, alejándose de conflictos políticos o reflexiones sociales. Y esta transcurre a finales de los años cincuenta. Sin embargo, ¿no siente que en el eco político refleja los hechos actuales?
R. Desde luego, es curioso. Porque cuando rodamos, aún estaba Joe Biden en la Casa Blanca. Pero entiendo la conexión que haces, porque refleja el miedo actual que nos invade sobre adónde nos van a llevar la violencia. Y un concepto que vale para todas las épocas y que es ambivalente: la competencia, que nace en muchas ocasiones no para mejorar, sino simplemente desde el a ver quién gana. Por un lado, es la esencia del progreso. Por otro, erosiona la capacidad de empatía. Zsa-Zsa es 100% competencia. A sabiendas de que le advierten de que no va a ganar, va a por todas y sacrifica su fortuna.

P. ¿Cómo se siente usted actualmente en EE UU? Robert de Niro, al recoger aquí la Palma de Oro de honor, dijo que hoy más que nunca los artistas son necesarios.
R. También lo vi en la televisión desde el hotel, pero como lo doblaron en francés, al inicio no entendí nada [risas]. Siempre tiene y tendrá que ser así. La democracia no la regalan, hay que trabajarla y cuidarla. Por eso, tampoco vale atorarse, hay que seguir luchando. Un poquito hoy, otro poquito mañana. Así a lo mejor se arreglan las cosas. Tampoco alcanzaremos la perfección, pero tenemos que seguir remando
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