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Estados Unidos pierde la máxima calificación de solvencia de la deuda

Moody’s rebaja la nota de triple A ante la crisis fiscal del país, con un elevado déficit y un fuerte aumento de la deuda, en pleno caos de la política económica de Trump

La bandera de Estados Unidos, en el Capitolio de Washington, en una imagen de archivo.
Miguel Jiménez

Estados Unidos ya no es un modelo de solvencia. La primera economía del mundo ha perdido la máxima calificación crediticia por parte de las tres grandes agencias especializadas. Standard & Pooor’s le retiró la AAA en 2011; Fitch lo hizo en 2023 y, desde este viernes, Moody’s tampoco le concede el sobresaliente. El elevado déficit público y la senda insostenible de la deuda castigan la nota de la deuda del Tesoro estadounidense en un momento en que su papel como refugio seguro también ha sido puesto en duda por la caótica política económica y comercial de su presidente, Donald Trump. El informe de Moody’s contiene algunas alusiones veladas a la deriva autoritaria de Trump.

Moody’s ha rebajado la calificación de emisor a largo plazo y la calificación senior no garantizada del Gobierno de Estados Unidos de Aaa a Aa1 y ha cambiado la perspectiva de negativa a estable. “Esta rebaja de un escalón en nuestra escala de 21 niveles refleja el aumento, durante más de una década, de la deuda pública y los ratios de pago de intereses hasta niveles significativamente superiores a los de otros soberanos con calificaciones similares”, indica la agencia en un comunicado difundido este viernes.

Una menor calificación crediticia provoca que los inversores exijan tipos de interés más altos por la deuda. La pérdida por primera vez de la máxima calificación crediticia afectó a los mercados, pero habrá que ver cuál es la respuesta en esta ocasión, pues los problemas fiscales estadounidenses son sobradamente conocidos.

Los analistas de la agencia señalan que las sucesivas istraciones y el Congreso de Estados Unidos no han logrado ponerse de acuerdo sobre medidas para invertir la tendencia de los grandes déficits fiscales anuales y el aumento de los costes de los intereses.

“No creemos que las propuestas fiscales que se están estudiando actualmente den lugar a reducciones significativas del gasto obligatorio y los déficits durante varios años”, en referencia a los planes presupuestarios de los republicanos. “Durante la próxima década, esperamos déficits más elevados, ya que el gasto en prestaciones sociales aumentará, mientras que los ingresos públicos se mantendrán prácticamente estables. A su vez, los déficits fiscales elevados y persistentes aumentarán la deuda y la carga de los intereses del Gobierno. Es probable que los resultados fiscales de Estados Unidos se deterioren en relación con su propio historial y en comparación con otros soberanos con alta calificación”, explica el comunicado.

Según Moody’s, la perspectiva estable que concede a la nueva calificación refleja los riesgos equilibrados. “Estados Unidos mantiene fortalezas crediticias excepcionales, como el tamaño, la resiliencia y el dinamismo de su economía y el papel del dólar estadounidense como moneda de reserva mundial. Además, aunque los últimos meses se han caracterizado por un cierto grado de incertidumbre política, esperamos que Estados Unidos continúe con su larga trayectoria de política monetaria muy eficaz dirigida por una Reserva Federal independiente”, indica.

Trump ha puesto en cuestión la independencia del banco central y sus presiones para una rebaja de tipos han resultado contraproducentes. La incertidumbre sobre la política económica estadounidense también es responsabilidad del presidente, que heredó de Joe Biden una economía que era la envidia del mundo.

Deriva autoritaria

Sin decirlo con esas palabras, Moody’s confía en que la democracia estadounidense resista la deriva autoritaria de Trump. “La perspectiva estable también tiene en cuenta las características institucionales, incluida la separación constitucional de poderes entre las tres ramas del Gobierno, que contribuye a la eficacia de las políticas a lo largo del tiempo y es relativamente insensible a los acontecimientos a corto plazo. Aunque estos mecanismos institucionales pueden ponerse a prueba en ocasiones, esperamos que sigan siendo sólidos y resistentes”, argumenta.

De hecho, en una rara mención, señala expresamente que confía en que se mantenga el Estado de derecho, como si ya no fuera algo que pudiera darse por hecho. “La calificación se basa en nuestra hipótesis de que las instituciones y la gobernanza de Estados Unidos no se debilitarán de forma significativa, aunque se vean sometidas a pruebas en determinados momentos. En particular, asumimos que los controles y contrapesos que existen desde hace tiempo entre los tres poderes del Estado y el respeto al Estado de derecho se mantendrán, en líneas generales, sin cambios”, indica.

Además, lanza un aviso a navegantes. Dice que podría rebajar más la calificación “si la eficacia de las políticas o la solidez de las instituciones se deterioraran hasta el punto de debilitar significativamente el perfil crediticio del emisor soberano”. “Esto ocurriría si ello provocara un deterioro del crecimiento a medio plazo o de la capacidad de resistencia de la economía frente a las perturbaciones, o si se acompañara de una salida significativa y duradera de los inversores internacionales del dólar estadounidense”, indica, algo que por momentos ha ocurrido con la errática política de Trump.

Un operador de la Bolsa de Nueva York, en una imagen de esta semana.

La rebaja tiene fundamentos económicos. Durante más de una década, la deuda federal de Estados Unidos ha aumentado considerablemente debido a los continuos déficits fiscales provocados por el aumento del gasto y los recortes fiscales. A medida que han crecido el déficit y la deuda, y han subido los tipos de interés, los pagos por intereses de la deuda pública han aumentado notablemente.

La decisión se produce en el mismo día en que una comisión de la Cámara de Representantes ha bloqueado la tramitación de una ley fiscal impulsada por Donald Trump que supondría rebajas de impuestos a costa de un fuerte aumento del déficit público. Congresistas del ala dura republicana han votado contra el proyecto precisamente por su preocupación sobre las cuentas públicas.

Moody’s cuenta como hipótesis con que se prorrogue la Ley de Recortes Fiscales y Empleo de 2017, uno de los puntos de esa norma ahora atascada, y alerta de que con ello se añadirán alrededor de cuatro billones de dólares al déficit fiscal primario federal (excluidos los pagos de intereses) durante la próxima década.

“Como resultado, esperamos que el déficit federal se amplíe hasta alcanzar casi el 9% del PIB en 2035, frente al 6,4% en 2024, impulsado principalmente por el aumento de los pagos de intereses de la deuda, el incremento del gasto en prestaciones sociales y la generación de ingresos relativamente baja. Prevemos que la carga de la deuda federal aumentará hasta alrededor del 134% del PIB en 2035, frente al 98% en 2024″, indica Moody’s.

Según la agencia, es probable que los pagos de intereses federales absorban alrededor del 30% de los ingresos fiscales en 2035, frente al 18% en 2024 y el 9% en 2021. La carga de intereses del conjunto de las istraciones públicas, que tiene en cuenta la deuda federal, estatal y local, absorbió el 12% de los ingresos en 2024, frente al 1,6% de los soberanos con calificación Aaa.

“Si bien reconocemos las importantes fortalezas económicas y financieras de Estados Unidos, creemos que estas ya no contrarrestan por completo el descenso de los indicadores fiscales”, concluye la agencia.

Moody’s también señala las fortalezas de la economía estadounidense, que combina una escala muy grande, ingresos medios elevados, un fuerte potencial de crecimiento y un historial de innovación que respalda la productividad y el crecimiento del PIB. “Si bien es probable que el crecimiento del PIB se desacelere a corto plazo a medida que la economía se adapta a los aranceles más elevados, no esperamos que el crecimiento a largo plazo de Estados Unidos se vea afectado de manera significativa”, señala.

La agencia subraya que la condición del dólar estadounidense como moneda de reserva dominante en el mundo proporciona un importante respaldo crediticio. Ayuda al Gobierno a financiar los elevados déficits fiscales anuales y a refinanciar su elevada deuda a un coste moderado y relativamente predecible. “A pesar de la diversificación de las reservas por parte de los bancos centrales de todo el mundo en los últimos veinte años, esperamos que el dólar estadounidense siga siendo la moneda de reserva dominante a nivel mundial en el futuro previsible”, dice Moody’s.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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