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Apagón masivo
Crónica
Texto informativo con interpretación

Varados más de once horas en un tren Madrid-Barcelona: “Bajen solo si tienen que ir al baño”

Miles de pasajeros de la Alta Velocidad quedan atrapados en pleno trayecto

Ambiente en las inmediaciones de la Estación de Sants de Barcelona durante el apagón.
Miquel Noguer

No fue un frenazo. Más bien, el tren desaceleró hasta quedar parado. Nadie hizo caso al principio. Desde hace meses la línea de Alta Velocidad entre Madrid y Barcelona sufre saturación en determinadas horas y estos parones, antes impensables, son ahora frecuentes. Las caras de los pasajeros cambiaron cuando la voz del conductor informó breve, pero conciso: “Hay un apagón general y a nivel nacional; no sabemos cuándo podremos retomar la marcha”. El tren Iryo que había salido de Atocha a las 11.22 y que tenía que llegar a Barcelona a las 14.15 quedó varado entre Calatayud y Zaragoza, como otros tantos de la línea de Alta Velocidad con más pasajeros de España. Caras de circunstancias y de curiosidad más que preocupación. La información fluyó con cierta generosidad al principio, con llamadas a la calma.

Las caras comenzaron a cambiar cuando otra voz, ya no por megafonía sino con megáfono en mano, pasó vagón por vagón a informar. “Hemos desenchufado el tren, tenemos que ahorrar energía de las baterías para que, cuando vuelva la luz, podamos subir los pantógrafos [las piezas de enganche a la catenaria] y podamos volver a circular”. El tren, con casi 450 personas a bordo, comenzó a ser un ir y venir hacia el bar para asaltar las últimas existencias de las neveras. Sin embargo, los mensajes más preocupantes salían de los lavabos: sin corriente, las bombas de las aguas residuales ya no funcionaban. “Pasa lo mismo en todas las emergencias; y el papel higiénico es lo primero que escasea”, recordaba un exmarine de Florida acabado de llegar a Barajas para hacer un viaje por Europa. Se preguntaba si España tiene planes para emergencias y huracanes.

Viajeros de un tren Iryo Madrid-Barcelona varados en Salillas de Jalón (Zaragoza) durante más de once horas a causa del apagón.

Durante las más de once horas que el tren permaneció parado en medio de la nada los tripulantes hicieron cuanto estaba en sus manos para que la gente se sintiera a gusto. A las dos horas abrieron algunas puertas para que corriera el aire. “Prohibido bajar; abrimos solo para respirar”, decían al principio. Al poco rato, una de las puertas se convirtió en a un baño improvisado. El baño eran unos matorrales junto a la verja de la vía. Y solo de dos en dos y bajo control estricto de la tripulación. “Quien pueda, que aguante”. A las cuatro horas la situación ya era más complicada y se habilitaron todas las puertas de un lado del tren, el que no da a la vía de sentido contrario. Aparecieron unas escalerillas de emergencia precarias pero útiles y se pudo empezar a bajar. “Esto sí, no desciendan si es solo para respirar, quédense en la puerta”. Muchos pasajeros descubrían, con asombro, como la distancia entre la puerta y la grava de la vía era fácilmente de dos metros al estar el tren inclinado en una curva. “Qué cosas, desde la pandemia que encadenamos una tras otra”, exclamaba una mujer de unos 75 años que a esta hora tenía que estar ya en su hotel del Imserso en Miami Platja (Tarragona).

Poco antes de las cinco apareció el coche de la Guardia Civil. Una pareja de agentes de Zaragoza informaron de lo poco que sabían e insistieron: “Bájense del tren solo si realmente lo necesitan o si tienen que ir al baño”. Media hora más tarde, la misma pareja de la Guardia Civil reaparecía con un mensaje de esperanza. “En Zaragoza ya ha vuelto la luz, no sabemos lo que tardará a llegar hasta aquí ni cuándo arrancará el tren, pero al menos quizá se pueda poner el aire acondicionado y todo vuelva a funcionar”. Mientras, desde las puertas, grupos de pasajeros ayudaban a subir y a bajar quienes tenían que ir al matorral convertido en baño.

Viajeros varados en Salillas de Jalón (Zaragoza) fuerón más de once horas a causa del apagón.

A través de la verja, que pronto fue agujereada para salir de la zona de vías, también comenzaron a verse vecinos de pueblos colindantes, como Salillas de Jalón, que se acercaban para interesarse por el estado de los sufridos pasajeros. No llegaron con las manos vacías. Aparecieron garrafas de agua, botellas de Coca Cola y hasta bolsas de patatas. Más tarde, incluso bolsas con bocadillos, embutidos, pasteles y botellas de vino. Todo ofrecido por el colmado local y con medio pueblo movilizado para atender a los visitantes involuntarios. “Hay que ver lo solidaria que es la gente”, dice Isabel, que recuerda el fin de semana estupendo que ha pasado en Madrid y que ha acabado con ella y cientos de pasajeros sentados en el talud de la vía del AVE. Muchos no han bajado del tren. Porque no han querido o porque no han podido. Dolores, del grupo de turistas del Imserso, murmuraba mirando por la ventanilla una de tantas teorías conspirativas que a estas horas ya circulaban sobre el origen del apagón: “Si ha sido Putin, ya le vale”.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.
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