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Mujeres en la primera línea de la lucha contra el cambio climático

La evidencia demuestra que aplicar perspectiva de género a las políticas ambientales mejora la adaptación y la resiliencia frente a la actual crisis global

EXTRA MEDIOAMBIENTE 05/06/2025
Elena Sevillano

Hace 20 años, Porfiria Gonzáles comenzó a vender maíz, papa khati y charque a los turistas que llegaban a su pequeña comunidad de Kakapi, siguiendo el Camino del Takesi, en Bolivia. También se ofrecía como guía y se ocupaba de los equipajes, cargándolos sobre los hombros o a lomos de su burrito. Esta ruta prehispánica que discurre durante 40 kilómetros por Los Yungas, región de transición entre el Altiplano y la Amazonia, es un paraíso de biodiversidad trufado de bosques endémicos y fauna en peligro de extinción. La señora Gonzáles ayuda a preservarla ejerciendo un activismo medioambiental a pie de tierra. “Muestro a mis clientes los colibríes que conviven con nosotros, en nuestra casa, y les regaño cuando tiran basura al suelo”, dice con una media sonrisa.

Esta madre de cuatro hijos, que irradia calma y fortaleza a través de la pantalla durante la videoentrevista, es una de las lideresas de su comunidad en el proyecto que desarrolla Codespa, ONG de cooperación al desarrollo, para convertir el Camino del Takesi en una ruta ecoturística. “El 60% de las participantes son mujeres, porque son las que están en el hospedaje y la gastronomía”, desvela Arcenio Maldonado, experto en turismo sostenible y coordinador técnico del proyecto. Por ese rol histórico de garantes de la alimentación —que implica cultivar, cuidar de los animales o ir a por agua—, son también quienes más sufren los efectos del cambio climático. “Si se pierden los cultivos o escasea el agua, la responsabilidad recae en la mujer”, abunda Miguel Villarroel, gerente de gestión de Codespa en Bolivia. “Sufren una suerte de violencia, no digo que física, pero sí de presión psicológica y estrés”, ite.

ONU Cambio Climático insiste en que la vulnerabilidad frente al cambio climático se ve exacerbada por la desi­gualdad y la marginación vinculadas al género, etnia, bajos ingresos y otros factores socioeconómicos; en paralelo, las causas que avivan la crisis climática favorecen igualmente las desigualdades de género. Esto podría suponer que en 2050 haya 158 millones más de mujeres y niñas en situación de pobreza, y que otros 236 millones se enfrenten a la inseguridad alimentaria, según el informe de ONU Mujeres Justicia climática feminista: Un marco para la acción. “Impulsa la proliferación de conflictos y el aumento de las migraciones, así como una retórica política excluyente y antiderechos dirigida contra las mujeres, las personas refugiadas y otros grupos vulnerables”, acota el estudio.

Una nueva narrativa asoma

Los porcentajes siguen dejando bastante que desear —una investigación de 2024 del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo (SEI) encontró que solo tres de los 17 órganos de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) contaban con más del 50% de participación femenina—, pero asoma una nueva narrativa: la de la igualdad y la participación inclusiva en la toma de decisiones sobre la adaptación climática como medio, herramienta o instrumento que contribuye a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ya en la COP27 (2022) las Partes destacaron que “la participación y el liderazgo plenos, significativos e igualitarios de las mujeres en todos los aspectos del proceso de la CMNUCC y en la formulación de políticas y acciones climáticas a nivel nacional y local es vital para alcanzar los objetivos climáticos a largo plazo”.

Por una mera cuestión de peso estadístico, las mujeres (la mitad de la población) deberían estar en primera línea de la lucha global contra el cambio climático; constituyen casi la mitad de la mano de obra agrícola en los países en desarrollo. “Cuando se les proporciona el mismo a los recursos que a los hombres, pueden elevar su rendimiento agrícola entre un 20% y un 30%. Este aumento mejora la producción agrícola total entre un 2,5% y un 4%, y puede ayudar a reducir el hambre en el mundo entre un 12% y un 17%”, argumenta Naciones Unidas. Sus investigadores han constatado que las comunidades tienen más éxito en las estrategias de resiliencia y desarrollo de capacidades cuando hay lideresas planificando.

A Porfiria Gonzáles le preocupa la pérdida de biodiversidad, los incendios (en 2024 arrasaron más de cinco millones de hectáreas de Los Yungas, informa Villarroel) y las estaciones, que se han vuelto locas. Este año los manzanos de su huerto han dado fruto a destiempo. “Ahora llueve, cuando se supone que estamos en la temporada seca… ¡Pues claro que noto que el clima está cambiando!”, exclama Gonzáles. Gracias al estímulo del proyecto ecoturístico Camino del Takesi, ha montado junto a su esposo, Primitivo Quispe, un albergue que ofrece cama y comida. “El objetivo es promover un turismo responsable en estos ecosistemas frágiles, apoyando a las comunidades para que desarrollen actividad económica respetuosa con el entorno”, aporta Maldonado. “Queremos prosperar, mejorar la calidad de vida de nuestra familia y defender la naturaleza, que es nuestra fuente de trabajo”, resume el matrimonio.

Proyectos en clave femenina

A finales de 2023, ONU Cambio Climático publicó un informe para pulsar la integración del género en los planes nacionales de adaptación y acción climática de los distintos países. Puso varios proyectos de ejemplo:

Bhungroo es una tecnología de recogida de agua de lluvia desarrollada en Gujarat (India), que ayuda a las mujeres de grupos de autoayuda a responder a las sequías e inundaciones recurrentes que afectan a los cultivos.

Guatemala ha desarrollado y aplicado una estrategia para reducir las vulnerabilidades específicas de las mujeres al cambio climático y garantizar que se beneficien de medidas comunitarias con perspectiva de género. Entre ellas se incluyen la restauración de los ecosistemas de manglares y la gestión de la pesca con la participación de mujeres; y la garantía de que al menos el 30% de la superficie forestal sea gestionada por ellas.

 Fiyi reconoce a las mujeres y las niñas como agentes de cambio e impulsoras de un desarrollo resiliente al clima, e impulsa su participación activa en actividades de adaptación en ámbitos en los que tienen presencia, como la venta de productos agrícolas o la pesca.

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Sobre la firma

Elena Sevillano
Colaboradora de EL PAÍS desde 2003, ha escrito para El País Semanal, Tentaciones y los suplementos en papel 'Tierra' y 'Salud & Bienestar', hasta su cierre en 2012. Actualmente colabora, sobre todo, en la sección de Suplementos y en El Viajero. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Sevilla y máster UAM-EL PAÍS.
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