Trump descubre, con estupor, que puede llegar a ser un ‘socialdemócrata’
La sorpresa en la discusión presupuestaria en EE UU es que los ‘halcones fiscales’ republicanos quieren mucha más motosierra que él


Fue Dick Cheney, todopoderoso vicepresidente de EE UU con Bush hijo y miembro de la tribu de los neocones, el que lo explicitó: el déficit público no existe, Reagan lo demostró. El cada vez más contestado Donald Trump ha hecho suyo ese eslogan aunque sin reconocerlo. De aplicarse su ley presupuestaria, aprobada ya en la Cámara de Representantes y pendiente del Senado, dará como resultado más déficit y más deuda pública durante al menos una década mediante un “cóctel molotov”: menos impuestos para las clases más acomodadas y menos gasto (aunque en una cantidad inferior) para todos los demás. Si bajan mucho los ingresos y un poco los gastos…
Cierto que Ronald Reagan, el padre americano de la revolución conservadora, hizo algo parecido en la década de los años ochenta. El director de la Oficina de istración y Presupuesto en la primera legislatura Reagan, David Stockman, escribió estando fuera lo que había vivido desde dentro de la revolución (El triunfo de la política. Por qué fracasó la Revolución Conservadora, Grijalbo). Stockman vio cómo se desmoronaban los ideales neoconservadores, una agenda que prometía a la vez reducir el tamaño del Gobierno, bajar los impuestos y equilibrar el presupuesto. Según el alto funcionario, esa revolución no fracasó por la oposición demócrata sino que se la cargaron los propios republicanos que no quisieron renunciar al gasto público. La contradicción principal fue que el Gobierno bajó los impuestos pero no relajó el gasto en la misma medida, provocando un déficit fiscal masivo. Los ideales fiscales fueron sacrificados por conveniencia política: la política acabó triunfando sobre la ideología. ¿Les suena?
El libro de Stockman, del año 1986, es un documento imprescindible para conocer los orígenes de aquella revolución conservadora que ha transformado el mundo desde sus orígenes, a finales de los años setenta y principios de los ochenta. Mucho de lo que nos está ocurriendo tiene sus precedentes allí, más de medio siglo después. Las críticas al “desviacionismo” de Trump por parte de Elon Musk, que abandona el barco apenas cuatro meses después de llegar el primero a la Casa Blanca, se parecen a las de Stockman aunque se expresen con letra gruesa y llenas de bisutería barata. En unas declaraciones a la CBS, cuyo contenido ha sido adelantado a todo el mundo, Musk dice: “Me ha decepcionado el enorme gasto público, que aumenta el déficit presupuestario en lugar de reducirlo, y socava el trabajo del Departamento de Eficacia Gubernamental” (que es el que el dueño de Tesla ha dirigido hasta ahora).
Esa ley presupuestaria es sumamente dolorosa para los menos favorecidos: además de ensanchar las líneas de desigualdad con la cúspide económica de la sociedad (se hacen permanentes prácticamente los billones de dólares de reducciones del impuesto sobre la renta aprobados en la primera legislatura de Trump), entre otros aspectos reducirá drásticamente dos de los programas de la red de seguridad más importante de Estados Unidos: el Medicaid (ayudas a los pobres) y los cupones de alimentos. Por primera vez en sus 60 años de historia, ciertos beneficiarios del Medicaid entre los 19 y los 64 años habrán de trabajar al menos 80 horas al mes para mantener sus beneficios; también habrán de cumplir con la participación en servicios comunitarios, asistir a la escuela o participar en programas de empleo.
Pero el gran descubrimiento de la discusión de la ley presupuestaria en la Cámara de Representantes son los “halcones fiscales” a los que todo les parece poco. Trump es un socialdemócrata. Agrupados en una especie de grupo de presión autotitulado Grupo de la Libertad, los anarcocapitalistas exigían a cambio de su voto recortes más drásticos en el gasto en sanidad (Medicaid da cobertura médica a más de 70 millones de ciudadanos), en las deducciones en los diferentes impuestos o en los incentivos fiscales a la economía verde puesta en marcha por Joe Biden, verdadero demonio para este grupo de republicanos “halcones del déficit”.
Parece que el paseo militar de Trump no lo va a ser tanto, no todo va a ser tan fácil, y a todo ello se le unen los aranceles de quita y pon.
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