¡Que viene la poli!
Faltan muchas respuestas sobre la inquietante operación de la policía y el Ejército que canceló un concierto en la capital mexicana


El concierto del cantante vasco Fermín Muguruza la noche del viernes en la capital mexicana dejó unas imágenes más propias de los antiguos dictadores perfectos que de la actualidad democrática del país norteamericano. Para sorpresa de los que allí estaban y de los que se enteraban desde casa, 200 militares rodearon la sala musical mientras la policía desalojaba a los asistentes. El gestor del recinto, Nacho Pineda, pedía calma, que nadie contestara a las provocaciones policiales, con una frase que lo dice todo: “No nos sirven presos ni golpeados”. ¿Quién no pensó, aunque fuera por un segundo, en los tiempos de Díaz Ordaz y Luis Echevarría, cuando el rock and roll era un delito y las cárceles estaban llenas de jóvenes estudiantes? Afortunadamente, todos se preguntaron qué narices hacía allí el Ejército, signo de una sociedad más saludable.
Tan aparatoso fue el despliegue militar y el sinsentido de la intrusión que los políticos de todos los niveles de gobierno salieron rápidamente a entonar un “yo no he sido”. Se autoexoneraron la alcaldesa de la zona, la jefa de Gobierno de la capital y la secretaria de Gobernación federal. Entonces, ¿quién diantres fue? Pues la policía por su cuenta y riesgo, según dicen. Los mandos que intervinieron han sido relevados. ¿Y quién convocó a los militares? Pues la policía, por su cuenta y riesgo, parece ser. Lo que ha trascendido por ahora es que hubo una supuesta llamada vecinal por la concentración de personas en la calle y la policía llegó con el Ejército, que en ocasiones trabajan juntos, ha tenido que explicar la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quien ha dicho que se va a revisar el protocolo para que se afinen más las ocasiones la próxima vez.
El asunto no pasó a mayores, no hubo un solo tiro y eso que en México los uniformados son de gatillo fácil. Las autoridades mandaron parar el estrambótico operativo y el país volvió a concentrarse en las elecciones judiciales que se celebraron el domingo. ¿Asunto acabado? No del todo, la prensa insiste. La gente quiere saber si sus actividades de ocio y cultura pueden ser pisoteadas cualquier día por las botas militares sin que ningún civil se haya enterado ni haya dado orden alguna. Entre susto y miedo. Cuando se trata de uniformados la opacidad supera la que los propios políticos utilizan a diario. Pero no está el horno para bollos. En México se teme más a la policía y al Ejército que a un nublado y no faltan razones. Un día plantan una mordida por un delito de tráfico que se han inventado, otro se roban un celular y requisan una bolita de marihuana que no da ni para un porro y otro te encuentran golpeado y hecho un ecce homo en plena calle y en lugar de procurar asistencia se despachan con un ‘joven, usted no puede estar aquí tirado’. Así se las gastan y hay que buscar debajo de las piedras para encontrar a alguien que no haya tenido o conozca una mala experiencia con ellos. ¿Que no son todos? Pues no, pero sí demasiados.
Aunque las autoridades hayan mostrado su mejor relación y cercanía con el Foro Alicia, una sala histórica de música contracultural urbana, y hayan defendido estas actividades sin asomo de duda, aunque hayan prometido repetir el concierto y prestar todo el apoyo, inquieta saber cuántos protocolos desconocemos, hasta dónde llega la discrecionalidad de la policía y otros cuerpos armados y que haya mandos que ni cortos ni perezosos convoquen una tarde de viernes a todo un Ejército en una zona del centro de la ciudad. Ojo con la poli.
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