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El legado cultural de Delibes, ahora sí, se va de casa

La Junta de Castilla y León confirma la apertura en octubre del museo público dedicado al escritor

Retrato de Miguel Delibes en su casa de Valladolid.
Juan Navarro

En la casa de Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) hay libros hasta en los cajones de la cocina. Un maremágnum de traducciones, colecciones y obras se desperdiga por el domicilio familiar de Valladolid, donde se acumulan los premios, cuadros, fotografías o reconocimientos físicos que recibió el escritor en vida o sus herederos a su muerte. Las estanterías, la venerada mecedora o la modesta cama se han etiquetado con pegatinas amarillas si corresponden al salón, verdes para el despacho y rojas para el dormitorio, con números trazados, hasta más de 2.000, para coordinar la inminente mudanza. Ahora sí, aplaude la familia, las propiedades de Delibes pasarán de lo privado a lo público: la Junta de Castilla y León (PP) ha confirmado la apertura en octubre del museo Miguel Delibes en su Valladolid natal, donde 15 años después de fallecer no había donde contemplar su legado más que en exposiciones temporales.

Las buenas intenciones verbales se están por fin ejecutando. Habla Elisa Delibes de Castro, de 74 años, hija del novelista y de Ángeles, la eterna mujer de rojo sobre fondo gris, inmortalizada en lienzo a la espalda del escritorio del autor, el “equilibrio” del autor según él mismo dijo tras su prematuro adiós. “Estamos contentos porque el museo parece definitivo, aunque hace tres años también parecía una realidad, pero no se materializó. Hasta que no lo vea… Pero creo que esta vez sí”, sostiene, pues la consejería de Cultura prometió en 2022 que pronto sería realidad, pero los plazos se dilataron y los descendientes temieron el olvido. El objetivo es inaugurar la muestra el 17 de octubre, 105 aniversario del escritor, en el palacio vallisoletano renacentista del Licenciado Butrón, un histórico palacete de la ciudad y sede del Archivo de Castilla y León. Cerca se encuentra una de las múltiples placas que recuerdan los escenarios de El hereje en Valladolid, la última gran novela del escritor y acreedora del Premio Nacional de Literatura en 1998. Esta obra la escribió, a mano como siempre, sobre el ajado escritorio de madera que pronto será trasladado a la plaza de Las Brígidas, llamada así por la antigua comunidad de monjas que habitaron el también monasterio.

El consejero de Cultura, Gonzalo Santonja, presentó el proyecto junto a Germán Delibes, uno de los siete hijos del mito. “En la obra de Delibes está lo que somos”, sostuvo Santonja, con el objetivo de “crear un espacio abierto a todos para su legado humano e intelectual, que invite a conocer al escritor profundo y comprometido y al que todos disfrutamos y disfrutaremos leyendo”. El Archivo ha recibido ya unos 15.000 documentos oficiales conservados en la Casa Revilla, hogar de la Fundación Miguel Delibes. Su presidente, Fernando Zamácola, valora la proximidad de la apertura: “Empezamos a ver avanzar ese proyecto de Casa Museo, se convierte en algo tangible”. Elisa Delibes, residente en la planta superior del dúplex familiar en cuyo piso bajo habitaba el ganador del Premio Cervantes, ensalza el lugar por su valor artístico y por la amplitud del espacio donde se repartirán los bienes de su padre: tres ambientes para recrear el salón, el despacho y el dormitorio. Cerca, una sala centrada en sus libros, premios y elementos literarios y otra estancia, “El escritor y la naturaleza”, para recordar su vínculo con el medio rural y el entorno medioambiental que plasmó en sus páginas.

Elisa Delibes revisa unos papeles de su padre frente al cuadro ‘Mujer de rojo sobre fondo gris’.

Elisa Delibes considera “absurdo” que en esta ciudad, ensalzada de palabra y letra por Delibes, no tuviera un museo donde pucelanos o forasteros pudiesen invertir “media hora” en conocer mejor al también exdirector de El Norte de Castilla. “Hay Casa Zorrilla, Casa Colón, Casa Cervantes…”, recita destacando la relevancia de esos personajes, pero matizando que ninguno tuvo la relación de calidad y cantidad como su progenitor con Valladolid. “No sé si es necesario o imprescindible, Miguel de Unamuno tardó 60 años en tenerlo en su Salamanca, pero ya lo tiene”, valora, sorprendida porque cuando se conoció el plan leyó comentarios de que ese esfuerzo era mejor destinarlo a un centro de salud: “Son cosas distintas”. Qué sentido tiene, se pregunta jocosamente, abrir la vivienda particular a excursiones escolares “y que suban de cinco en cinco en el ascensor”.

“La gente de Valladolid aún no se ha enterado del todo, habrá que echar el resto en difusión cuando se abra”, apunta la cuarta hija del artista, quien ejemplifica así la importancia de darle una sede en condiciones: en 2012, unos grifos abiertos casi arruinan el legado de Delibes y entre las víctimas estuvo el original de El hereje, con 100 páginas emborronadas de las cuales solo sobrevivieron sus correcciones con su aguda caligrafía en tinta. La sucesora le resta importancia porque “son cosas que pasan en la vida y tienen una historia” y muestra, entre el material acumulado en un lateral del despacho, una escultura decapitada, obra y gracia “de tres bisnietos enanos” en Navidad. Las polillas también han roído las alfombras y el tiempo alguna tropelía más habrá causado. Ella incide en que los siete hermanos coincidieron respecto a la herencia literaria y material, pues ninguno abogó por repartirse el material y guardarlo o subastarlo, como sí hicieron los herederos de Gabriel García Márquez al vender su legado a la Universidad de Atlanta (Estados Unidos). “Somos mayores y tenemos muchos nietos, es mejor que todo el mundo pueda verlo, lo generoso es abrirlo al público”.

Retrato de Miguel Delibes en su casa de Valladolid.

La hija aprovecha la visita para hurgar en el escritorio del escritor y redescubrir tesoros. Añejas boinas, unas gafas, papel de fumar, manuscritos con ejercicios dibujados para desoxidar el esqueleto o una pluma estilográfica emergen de la catacumba de madera. También aparecen folios, a tinta azul, con las últimas y pesimistas reflexiones del ya enfermo novelista. Niños, Viejo, Siempre o Solitario, rezan las tribulaciones. Con ellos, un breve ensayo titulado La despoblación de Castilla. Castilla, biológicamente muerta, de cuando no se hablaba de despoblación, pero Delibes, con esas gafas y boina prontamente expuestas, la vio venir en sus paseos.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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