La pandemia ha dado un empujón definitivo a la digitalización de nuestras sociedades, que alcanza desde el trabajo y el consumo hasta la medicina, la innovación, la vida social y la cultura. Lo que hace dos años parecía futuro ya es casi pasado. Aunque el filósofo Pierre Lévy advierte: “Aún no hemos visto nada, estamos en el arranque de todo eso”. Algoritmos, redes sociales, inteligencia artificial… Y como subraya el pensador, la tecnología es “un espejo que nos hace reflejarnos en él y ver lo mejor que hay en nosotros… y lo peor”.
Navegar más limpio. Enchufarse a un jardín. Detectar con un botón una dolencia mientras se duerme. Bucear en el cerebro. Soñar con curarlo. Sumergir ordenadores para atajar su gasto energético. Ideas para un futuro mejor. Ejecutadas por investigadores, emprendedores e ingenieros españoles. Esta es su historia.
Las personas no son infalibles. Las máquinas, tampoco: se limitan a reproducir lo que nosotros hacemos y pensamos. Cada vez se delegan decisiones de mayor trascendencia en sistemas automatizados. Y cada vez son más sonoros sus fracasos, que pueden hundir la vida de una persona y hasta derribar gobiernos.
Isabel Inés Casasnovas crea aplicaciones y entornos tecnológicos, pero cuando se refiere a su trabajo habla de las personas. Su carrera acaba de ser reconocida con una mención en los Premios de Innovación y Diseño. La visitamos en su estudio.
Los gigantes tecnológicos han crecido durante la pandemia gracias a la aceleración de la digitalización. ¿Deben ser más controlados? ¿Quién los debe controlar? Cinco son los frentes en los que la Unión Europea plantea regulaciones.
En 2020, la red social OnlyFans pasó de 20 millones de s a 120. Menos del 1% de ellos sube sus fotos y vídeos, generalmente eróticos y sexuales. El resto mira. Y paga.
Los teléfonos que hoy están pegados a nuestras rutinas saben dónde estamos, a qué velocidad nos movemos, qué aplicaciones utilizamos. Conocen nuestra navegación por internet.
Cada vez más personas deciden controlar el consumo tecnológico propio y el de sus familias. El primer paso: entender cómo funcionan las aplicaciones y las pantallas. Es la alfabetización digital.
Las máquinas que ven, oyen y aprenden solas están entre nosotros, a veces inadvertidamente. Ahorran tiempo y van resolviendo problemas de mayor calado, estratégicos para nuestro futuro.