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La odisea de los casi 7.000 saharauis sin patria en España

Miles de personas tienen que recurrir a la apatridia en un país que no reconoce su nacionalidad de origen

Taher Labeidi, saharahui que está como apátrida en Vitoria.
Álvaro Ruiz

Taher Labeidi tenía 10 años cuando la bandera española dejó de ondear en 1976 en el pueblo donde nació, Miyek, en el Sáhara Occidental. Recuerda vivir en paz, hasta que, “en un abrir y cerrar de ojos”, España abandonó la que fue su provincia número 53. Evoca ese momento con otros tres recuerdos: “La detención, el abandono y el exilio”. Cientos de miles de saharauis tuvieron que huir a Argelia, escapando de las fuerzas marroquíes y mauritanas, que ansiaban hacerse con el territorio. España, que empezaba a caminar sin Franco, no cumplió su responsabilidad con la colonia y a día de hoy el pueblo saharaui sigue esperando un referéndum de autodeterminación, acorde a la legislación internacional. Labeidi ahora vive en Vitoria, donde recibe tratamiento por una enfermedad que requiere cuidados periódicos. Pese a haber sido oficialmente español durante sus primeros diez años, ahora es apátrida. O lo que es lo mismo, ningún país, ni siquiera el que le vio nacer en 1966, le reconoce como ciudadano.

Labeidi es uno de los más de 6.800 apátridas que hay en España, según el informe Global Trends Report de ACNUR en 2022. En ese año, el último con datos disponibles, el INE cifró en 3.631 los apátridas en España. La disparidad entre estas dos cifras responde, según un informe presentado por Accem y otras organizaciones en octubre de 2024, a que los datos del INE “no terminan de reflejar la realidad de la apatridia, especialmente la infantil”, ya que “no se identifica adecuadamente a las personas solicitantes apátridas”.

La mayoría de personas en esta situación son saharauis. En 2023 hubo 1.118 solicitudes de apatridia en España, de las cuales 1.080 (más del 96%) eran de saharauis, según el INE. La concesión de la nacionalidad de origen en España se rige por el ius sanguinis, es decir, que solo se considerará español de origen a una persona si uno de sus progenitores es español, no por nacer en el territorio. La legislación no contempla qué nacionalidad les corresponde a los saharauis, que hasta hace 50 años eran españoles de pleno derecho y ahora están desperdigados entre la zona ocupada en Marruecos, los campamentos de Argelia, y la diáspora.

El estatus de apatridia se empieza a otorgar a partir de finales de la década del 2000, “cuando la justicia establece que se les considere apátridas”, explica Sidi Talebbuia, abogado saharaui. Añade que los tribunales “entendieron que si Argelia dice que no son argelinos, no pueden ser considerados nacionales de Argelia”. Tiene 39 años y nació en Dajla, el campamento más al sur. Llegó a Sevilla con 11 años gracias al programa Vacaciones en Paz, que permite que los niños saharauis pasen el verano en España con familias de acogida. Por cuestiones de salud y de futuro, no tomó el avión de vuelta. Se quedó en situación irregular. “Ilegal, como dicen algunos”.

Desde su despacho en la calle de Montera, en Madrid, el letrado denuncia que España ha eludido su obligación de protección como potencia a de una colonia. Esto está recogido en el artículo 73 de la carta de Naciones Unidas. No solo eso: El Sáhara Occidental constituye la única excolonia española cuyos ciudadanos no gozan de ninguna ventaja para la concesión de la nacionalidad. Los saharauis, a diferencia de los latinoamericanos, ecuatoguineanos o sefardíes, deben esperar 10 años para obtener la nacionalidad española.

Sumar presentó una proposición de ley el pasado febrero que pretende, por un lado, nacionalizar a saharauis que nacieron bajo bandera española y, por otro, equiparar a los más jóvenes con el resto de extranjeros que optan a la nacionalidad en un plazo mínimo. La nueva norma aspira a reparar el agravio comparativo del pueblo saharaui frente a otros ciudadanos de excolonias o de nacionalidades cuya espera para optar a la nacionalidad es de solo dos años. En coherencia a su política de no incomodar a Marruecos, el PSOE fue el único partido que votó en contra de su tramitación. La propuesta ha entrado en fase de enmiendas y la comunidad saharaui teme que se dilate el periodo para debatirlas hasta el final de la legislatura, como ocurrió en 2023. En ese momento, la principal fuerza en el Gobierno rechazó la toma en consideración de una iniciativa muy similar presentada por Unidas Podemos y nunca volvió a salir adelante.

Sidi Talebbuia, abogado y activista saharaui en su despacho, en Madrid

Fueron decisiones judiciales, y no legislativas, las que establecieron que el estatus de protección de los saharauis sería la apatridia. Un Real Decreto aprobado en 1976 estableció un periodo de un año para que los ciudadanos del Sáhara que tuvieran la documentación oficial española pudieran optar por la nacionalidad española. “Lo que pasa”, incide Talebbuia, “es que en el Sáhara [España] lo habían desmantelado todo”. Para ese momento, los saharauis estaban en guerra por su independencia después de que España no impulsara un referéndum para su independencia y no pudieron presentar la documentación, aunque la tuviesen.

Muchos de los que perdieron aquel tren aún viven y los que deciden venir a España se encuentran con que los trámites son largos y tediosos. Taher Labeidi solicitó la apatridia en octubre de 2022 y la obtuvo el pasado marzo. Durante ese periodo, se encontró con “un sinfín de cosas que retrasan los documentos”. El primer año que se estuvo tratando su enfermedad, lo tuvo muy mal. Al no tener documentación, tenía que pagar las urgencias y los ahorros se acababan. Los solicitantes de apatridia, a diferencia de los solicitantes de asilo, no pueden trabajar, “por lo que terminan muchas veces trabajando en negro”, explica el abogado.

“No me entra en la cabeza y es un menosprecio que en España, después de 100 años de colonia y de ser la provincia 53, ahora nos encontremos solicitando apatridias”, censura Taher Labeidi.

Algunas asociaciones, como Colectivo Saharaui Lefrig, acompañan a las personas en todo el proceso. Su presidente, el abogado Ahmed Barca, como muchos saharauis, llegó a Zaragoza a través de Vacaciones en Paz en 1997, con ocho años. Seguía manteniendo o con su familia, pero “había perdido el idioma casi por completo” y, sobre todo, el arraigo con lo que fue su hogar. Su situación legal le impidió volver a los campamentos hasta 2010. “El o telefónico se mantiene, pero se va perdiendo con los meses y, con esa edad, tampoco le das importancia a esas cosas”, sostiene.

Macarena Eguren y Javier Gallego se toparon con un anuncio en el periódico local que les llamó la atención: “¿Quieres acoger a un niño saharaui?”, era una publicidad de Vacaciones en Paz. El matrimonio, que vive en Alcobendas (Madrid), no puede tener hijos, así que no lo dudaron. Ese verano de 2018 llegó Malik, un niño de 11 años que pide que no se publique su verdadero nombre. Repitió los veranos siguientes y en 2021, como muchos de sus compatriotas, se quedó esperando un futuro mejor. Al año siguiente, el matrimonio comenzó con los trámites para solicitar la apatridia de Malik.

Se imaginaron que los trámites no se resolverían en los tres meses que marca la ley. Lo que no sabían es que los siguientes dos años estarían yendo de comisaría en comisaría buscando a alguien que conociera los procedimientos. “Los saharauis están perdidos”, le llegó a decir un funcionario. Era una carrera contrarreloj. Tenían que lograr que Malik fuera apátrida antes de que cumpliera 18 años, edad en la que termina la protección del menor.

Desesperada, Macarena puso una queja al Defensor del Pueblo en octubre de 2024. Gracias a eso, supieron que el expediente del menor se había perdido. “A partir de entonces”, cuenta, “me respondieron cinco o seis veces súperamables”. La resolución de la apatridia de Malik llegó en enero, una victoria agridulce. Ahora la lucha es conseguir la nacionalidad.

El adolescente, a sus 17 años, está terminando segundo de bachillerato. Le encanta el deporte. Juega de centrocampista en un equipo de fútbol de la liga de su barrio y no se salta ni una sesión del gimnasio. Como muchos chicos de su edad, no tiene claro qué quiere estudiar, sino que está “centrado en sacarse el curso”. Podrá ser oficialmente español cuando acabe la universidad.

La apatridia no es un fenómeno ajeno a la historia. En los últimos dos siglos, también ha afectado a figuras ampliamente conocidas: la filósofa Hannah Arendt, el escritor Milan Kundera o el futbolista Gonzalo Higuaín. Cada uno, bajo unas circunstancias muy concretas y muy diferentes. La apatridia no es solo una cuestión legal, también es una forma de estar en el mundo sin que el mundo termine de reconocerte, pero con una identidad imposible de borrar. Algo parecido les ocurre a los saharauis: sin un Estado reconocido, pero con una historia, una lengua y una comunidad que persisten. Ser apátrida no los ha hecho invisibles, solo ha hecho más evidente la contradicción de quienes los siguen ignorando.

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