El apagón en un supermercado: “Se llevan agua, papel de váter, legumbres y velas”
Sin caos, pero con cierta tensión, vecinos, turistas y oficinistas compran comida y productos básicos en una gran tienda de Barcelona donde todas las neveras están cerradas

“Se llevan agua, papel de váter, legumbres, velas...“. Uno de los empleados de un supermercado Mercadona del centro de Barcelona resume el acopio que, con calma, alguna clientela está haciendo durante el apagón masivo. El ambiente es extraño: personal de seguridad en la zona de las cajas, todas las neveras cerradas (con puertas o persianas de material plateado) y gente que va como con prisa y tensión, pero tampoco sabe muy bien qué priorizar. Salvo algunos como Paola, de mediana edad y con el carro hasta arriba. “Llevo productos no perecederos: agua, arroz, pasta seca, tomate en conserva, azúcar, huevos, muchos huevos, pan de molde, papel higiénico y pasta de dientes”, canta. “Y mate, claro, los argentinos no podemos vivir sin el mate. Ya pasamos la pandemia, algo aprendimos”, remata antes de pagar y encargar que se lo entreguen todo en casa. En las cajas, funcionan los lectores de códigos de barras y el pago con tarjeta, pero no lo las cintas que acercan los productos a las cajeras.

Estamos en una calle muy céntrica, a la hora de comer, y el aturullo de los vecinos coincide con el de los turistas (se llevan agua y fruta), y el de la gente de oficinas que está acostumbrada a bajar “a por algo”. Triunfan la comida hecha, las ensaladillas, el guacamole, las botellas de agua. “No quedan ensaladas preparadas”, dice uno de los empleados que custodia las neveras. Sube y baja las persianas cuando la clientela se lo pide, intentando mantener el frío. “Tenemos generadores, pero no sabemos cuánto durarán”, afirma el mismo empleado. En realidad, buena parte de las neveras (embutido, carne, lácteos) están llenas, porque la gente las ve cerradas y pasa de largo. Va bajando también la altura de las pilas de agua embotellada o en garrafas. Y también se reducen los refrescos y algunas cervezas. La panadería está vacía, probablemente para no consumir electricidad horneando.

Y es que la situación es singular. Poco a poco vuelve la luz, en la calle hay semáforos funcionando, se ve a algún afortunado hablando por teléfono... Y este mismo mix (esto funciona, pero lo otro no) se traslada al interior del supermercado. Funcionan las rampas mecánicas que conectan las dos plantas, y la gente sube y baja, pero están a oscuras. Más ejemplos: la pescadería trabaja con normalidad, pero quienes pensaban llevarse pescado se plantean si les funcionará la nevera en casa. También los que pretendían comprar mucha agua se dan cuenta, ya en la caja, de que no tienen con qué llevarla. La prueba es una mujer mayor en la entrada: parece asustada y no quiere hablar, pero lleva rato junto a un carrito doméstico de la compra y media docena de garrafas de ocho litros de agua, pero no sabe cómo llevárselas.

En la salida también hay mucha gente comiendo platos preparados en las mesas altas con taburetes. Y otra curiosidad: cola en los baños. Los turistas están desconcertados con el ambiente enrarecido. Lo que más han notado es que no tienen datos ni cobertura. Pero si estaban paseando prescindiendo del transporte público, tampoco acaban de entender lo que pasa.
Este Mercadona no es el único del centro que está trabajando a destajo. También los supermercados 24 horas tienen colas ante las cajas: los locales están completamente a oscuras, pero increíblemente funcionan los sistemas de pago. Delante de uno de ellos, hay un hombre con uniforme de trabajo físico que se ha metido en su coche a comer. Habla por teléfono como si nada. “Yo ahora tengo cobertura, pero no datos”. Para comer ha comprado embutido y pan de molde. Y alucina: “Ya se puede acabar el mundo, que los datáfonos de los bancos nunca mueren”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
