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TRIBUNA
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A España le conviene que Friedrich Merz tenga éxito

Si el nuevo canciller alemán logra reactivar la economía de su país, las empresas españolas se beneficiarán de la mejora de la demanda y la inversión en toda Europa

El canciller alemán, Friedrich Merz, el pasado viernes en una rueda de prensa en Bruselas.

Alemania, tradicionalmente considerada el motor económico de Europa, atraviesa un periodo prolongado de bajo rendimiento. Por tercer año consecutivo, figura entre las economías con menor crecimiento de la Unión Europea. Aunque buena parte del continente sufre de ese mismo mal, el caso alemán reviste especial importancia: al tratarse de la mayor economía de la eurozona, su evolución influye decisivamente en las condiciones del resto del bloque, con implicaciones directas para España.

El flamante Gobierno de Friedrich Merz afronta numerosos desafíos. Tres de ellos parecen especialmente relevantes: el aumento de la deuda pública, los cambios en los marcos fiscal y comercial, y el envejecimiento de la población. La manera de abordarlos condicionará tanto las perspectivas de recuperación de Alemania como el rumbo de la UE y, en consecuencia, el de muchas empresas españolas.

En el horizonte planea, además, un cuarto desafío que podría acabar protagonizando el mandato de Merz: la respuesta al auge del partido de extrema derecha AfD (Alternativa para Alemania).

Uno de los ejes del nuevo rumbo económico de Merz es su apuesta por una política fiscal más expansiva. Se prevé que Alemania eleve su ratio de deuda pública sobre el PIB muy por encima del umbral del 60% fijado por la UE. Esto supone un giro respecto a la tradicional prudencia fiscal germana y refleja la necesidad de mayores inversiones públicas ante los retos estructurales y geopolíticos.

Sin embargo, este incremento del endeudamiento público puede afectar a las condiciones financieras más allá de Alemania. En concreto, podría traducirse en un encarecimiento del coste de financiación para otros países con altos niveles de deuda y déficit, como Francia, Italia y España.

El efecto también se dejará sentir en el sector empresarial. La subida de los tipos de interés de los bonos soberanos suele reflejarse al alza en el coste del crédito para las empresas. Las compañías españolas podrían enfrentarse, por tanto, a un entorno de financiación más exigente en los próximos años.

El Gobierno de Merz se presenta con una orientación favorable a las empresas, con posibles bajadas del impuesto de sociedades y amortizaciones aceleradas de las inversiones. En caso de aplicarse, estas medidas podrían estimular la inversión en Alemania y beneficiar indirectamente a las firmas españolas que colaboran con socios alemanes.

No obstante, el margen fiscal para llevarlas a cabo se está reduciendo progresivamente. Ante el aumento del gasto público y del coste de la deuda, el Gobierno alemán podría verse obligado a subir otros impuestos. Los candidatos más probables serían el impuesto sobre la renta y el IVA. Aunque estas subidas puedan resultar necesarias, podrían frenar el consumo interno y enfriar el crecimiento económico.

A ello hay que sumar el impacto de las tensiones comerciales globales en una economía orientada a la exportación como la alemana. Un posible deterioro de las relaciones comerciales de Alemania con Estados Unidos podría abrir la puerta a un mayor comercio intracomunitario. España podría beneficiarse de una reconfiguración de las cadenas de suministro y de los flujos de inversión dentro del continente.

Al igual que otras economías avanzadas, Alemania se enfrenta al reto del envejecimiento de la población y a tasas de natalidad muy bajas. A pesar del creciente desequilibrio entre cotizantes y jubilados, el Gobierno de Merz prevé mantener las pensiones actuales y la edad de jubilación en los 67 años, que muchos no alcanzan en la práctica por adherirse a las jubilaciones anticipadas.

Sin un aumento significativo de la participación laboral o de la inmigración neta, la sostenibilidad del sistema de pensiones alemán está en riesgo. Las soluciones son impopulares pero inevitables: recortar prestaciones, aumentar cotizaciones sociales o elevar la edad de jubilación. Evitar este debate solo agravará la carga fiscal a largo plazo. Aunque este desafío no es exclusivo de Alemania, allí se percibe con mayor intensidad. España cuenta con una inmigración neta más robusta, que proporciona cierto alivio demográfico y contribuye a estabilizar su mercado laboral y cuentas públicas.

España no puede desvincularse del rumbo de Alemania. Ambas economías están fuertemente conectadas por el comercio, la inversión y su pertenencia a la UE. Si el Gobierno de Merz logra reactivar el crecimiento alemán, las empresas españolas se beneficiarán de la mejora de la demanda e inversión en toda Europa.

Por otro lado, un papel más firme de Alemania en la política internacional —especialmente en relación con Estados Unidos y las normas comerciales globales— podría aportar estabilidad a Europa.

Merz ha declarado que la política exterior es su prioridad y podría dotar a la UE de un liderazgo más claro. Una Alemania más segura de sí misma y comprometida con Europa sería una aliada estratégica para España.

En los próximos meses sabremos si el nuevo Ejecutivo alemán es capaz de equilibrar apoyo fiscal, reformas estructurales y sostenibilidad, aunque la confrontación política con la ultraderecha podría consumir buena parte de la energía del Gobierno. En cualquier caso, a España le conviene que Alemania tenga éxito.

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