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¿Quién los ha invitado? 

El poder político hizo de Francisco el símbolo que más se ajustaba a sus intereses y su despedida fue quizá la cita más relevante del año para muchos dirigentes mundiales 

El presidente de Argentina, Javier Milei, en el funeral por el papa Francisco, este sábado en la plaza de San Pedro.
sco Manetto

En Roma hay una calle con vistas a la basílica de San Pedro en la que la distancia del punto de observación es inversamente proporcional a la percepción de proximidad. Es decir, quien se aleje verá la cúpula más reconocible de la arquitectura eclesiástica cada vez más grande. Y viceversa. La ilusión óptica, muy sugerente para improvisar metáforas sobre el poder papal, se puede experimentar en la calle de Nicolò Piccolomini, dedicada a un arzobispo del siglo XV. Una de sus paredes amaneció la semana pasada con un mural de la artista urbana Laika 1954 en el que Francisco repasa la lista de asistentes a su funeral y se pregunta: “¿Y a estos quién los ha invitado?”.

La obra, publicada en Instagram y ampliamente reproducida en otras redes sociales, plantea una reflexión sobre un acontecimiento, la muerte de un Pontífice, que es eminentemente político. Los nombres que provocan la perplejidad de Jorge Mario Bergoglio son muy dispares — entre el mandatario ultraderechista argentino, Javier Milei, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, hay un abismo—, pero pretenden representar la escasa compatibilidad de los valores del último Papa con el nuevo orden mundial. Ninguno de sus protagonistas se quiere perder, no obstante, la despedida. El Vaticano fue en los últimos días el place to be para el poder global, aun a costa de impugnar el historial de críticas, a veces insultos, contra Francisco.

El caso más flagrante es el del propio Milei. El economista porteño expresaba el pasado lunes su “profundo dolor” por el fallecimiento del argentino. “A pesar de diferencias que hoy resultan menores, haber podido conocerlo en su bondad y sabiduría fue un verdadero honor para mí”, escribió en X. En febrero de 2024, el presidente viajó a Italia, abrazó al Pontífice y ambos bromearon sobre su corte de pelo. El periodista y escritor Martín Caparrós rechazó la hipocresía de aquella instantánea: “¿Cómo conseguimos creerles a personas que le dicen a alguien lo que le dijo Milei al Papa y dos años después se abrazan a las carcajadas?”. Lo que le había dicho volvió a correr como la pólvora en los últimos días: el pasado peronista de Bergoglio le valía el título de “representante del maligno en la Tierra”. Pasó el tiempo y la semana pasada lo calificó en una entrevista radiofónica como “el argentino más importante de la historia”.

​​Donald Trump es otro de los líderes que, junto con los italianos Matteo Salvini y el actual ministro del Interior, Matteo Piantedosi, aparecen en la lista de invitados del grafiti. El discurso del presidente de Estados Unidos está muy lejos de lo que defendía Francisco, especialmente en materia de migración. Un día antes del fallecimiento, el magnate republicano difundió unas insólitas felicitaciones desde su red social, Truth, amplificadas después por la cuenta oficial de la Casa Blanca, que rezaban: “Felices Pascuas a todos, incluidos los lunáticos de la izquierda radical que…”. Y ahí empezaba el listado de dardos a sus rivales, haciendo de la festividad una ocasión más para el proselitismo. El sábado aprovechó su asistencia al funeral para hablar a solas con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. La foto dio la vuelta al mundo. En las antípodas ideológicas, el homólogo colombiano de Trump, Gustavo Petro, mezcló su homenaje con una disertación sobre los 80 años de la liberación de Italia del nazifascismo.

En algunos mentideros conservadores venezolanos solían escucharse también reproches a Francisco por no haber sido tan crítico con el chavismo como lo fue con el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. El caso es que tanto Nicolás Maduro como la pareja de caudillos nicaragüenses aprovecharon la muerte de Bergoglio para su propaganda. El sucesor de Hugo Chávez intentó apropiarse de su figura al afirmar que “defendió al pueblo de Venezuela ante la agresión del imperio de turno”. Cada cual con su retórica, todos convirtieron al Papa en lo que querían que fuera en cada momento. Un Papa para mí, otro para ti.

 

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Sobre la firma

sco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.
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