Madrid redescubre una vida sin prisa
Los lectores escriben sobre el apagón masivo que sufrió España el lunes

Madrid se apagó. Sin tormenta, sin aviso: un sol de primavera en lo alto y, de pronto, la oscuridad. Me atravesó una punzada vieja, la de marzo de 2020, cuando las calles se vaciaron, los abrazos se prohibieron y la distancia se medía en metros y medio. El ritmo se hizo más lento, como si el tiempo, exhausto de tanta prisa, se hubiera tendido a descansar. En los parques, la vida resurgió: grupos de amigos en el césped desplegaban manteles y naipes como quien despliega una tregua. La gente leía libros desempolvados de sus estanterías. Los móviles enmudecieron. No había notificaciones ni vibraciones ansiosas. Nos vimos obligados a estar presentes: a mirar, a escuchar, a oler el aire sin filtros. Alrededor de las diez, Madrid volvió a brillar y los balcones aplaudían. Aplaudían por la certeza de que no estamos hechos para vivir a oscuras ni a solas. La verdadera catástrofe no era habernos quedado a oscuras, sino volver a cegarnos de prisa y de ruido.
Marta Garro Alsina. Madrid
El poder de un transistor
El histórico apagón nos ha pillado a todos a contrapié. Muchas de nuestras actividades diarias tuvieron que regresar al amparo de la vieja usanza. Una persona camina y lleva bajo su brazo derecho un aparato que bien podría ser una tablet o un ordenador portátil. Bien podría ser, pero no lo es. Es un transistor. Un aparato con el que esa persona estará informándose de lo sucedido. Si logra llegar al centro de la ciudad, será quien lleve la buena nueva. Será la persona reclamada, y lo será por ese transistor que lleva bajo el brazo. En 1938, el campeón F. H. Wallis retó a la audiencia de la radio a jugar una partida de dardos, la 301, a través de las ondas. Lo consiguió. No desesperen; siempre nos quedará la radio.
Francisco García Castro. Estepona (Málaga)
Rehenes de la era digital
Como menor de edad, siempre he vivido en la era digital. El apagón de este lunes nos ha demostrado lo dependientes que somos de la digitalización de todos los procesos, así como de la red eléctrica, ya sea para encender la climatización, cocinar, cargar vehículos, comprar con el móvil, sacar dinero del cajero, bajar la persiana del bar, escuchar música, ver tu serie favorita, etcétera. Anteayer vi a compañeros que no podían entrar en casa porque tenían portero digital, a madres comprando bocadillos fríos por no poder cocinar, eso siempre y cuando tuvieran efectivo. Pagar con tarjeta no era una opción. A eso hay que añadir la falta de información y de comunicación. Comí escuchando RAC1 en un viejo transistor de pilas. Y me pregunto: ¿estamos realmente preparados para tanta dependencia digital?
Jan Arenols Bardina. Gavà (Barcelona)
Vulnerables
Nos escandalizamos porque este apagón nos ha hecho sentir vulnerables, pero olvidamos que miles de personas viven sin a la electricidad cada día. Solo nos inquieta cuando golpea nuestras vidas. Sin embargo, ya de vuelta a nuestra burbuja primermundista, olvidaremos rápidamente esta sensación. Ojalá sepamos llevar luz a quienes viven en un apagón permanente.
María Segarra Alonso. Valencia
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